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El Año Nuevo chino de Europa

BRUSELAS – El año pasado ha consolidado el estatus de China como uno de los desafíos más destacados en materia de política exterior que enfrenta Europa. Pero esto se venía gestando desde hacía mucho tiempo. De hecho, la aparición de China al frente del debate en Europa es el resultado de tres acontecimientos políticos que han ocurrido desde 2020.

El primero fue el reconocimiento, disparado por la pandemia del COVID-19, de que Europa se había vuelto dependiente de China para un amplio rango de productos. Después de décadas de perseguir con resolución una ventaja comparativa reubicando industrias, entre ellas industrias contaminantes, más allá de sus fronteras, Europa tuvo que enfrentar hechos concretos. La distancia tal vez ya no sea importante, pero la geopolítica sí. Y un producto que no es estratégico rápidamente puede pasar a serlo si estalla una crisis, si se altera la producción o el comercio o si un productor único gana un poder monopólico.

Pero la pandemia, con su escasez de productos ordinarios devenidos críticos, como las mascarillas y los reactivos químicos, fue solo el comienzo. Los desafíos han aumentado considerablemente desde entonces, porque China ejerce un monopolio virtual sobre la producción y/o refinamiento de materias primas esenciales para la transición hacia energías limpias. No hay una solución preconcebida para este desafío. Hará falta vigilancia y prudencia política.

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