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¿Las reglas globales de capital son posibles?

LONDRES – ¿Qué esconde un nombre? A las propuestas finales para las reglas de capital bancario se las bautizó Basilea 3.1, como para sugerir un ejercicio de ajuste menor -apenas unas pocas notas de gracia sumadas a una melodía compuesta hace mucho tiempo-. Pero los bancos, preocupados porque las implicancias serían más severas, hablaron de Basilea 4, en donde no se trataba de notas de gracia, sino de una recreación de la composición entera, ahora en un tono mayor.

Ese nombre no funcionó. Los reguladores insistieron en que no era una nueva melodía y que cualquiera que pudiera cantar Basilea 3 no tendría problema para ejecutar Basilea 3.1. Pero luego, a algún facultativo anónimo en las artes oscuras de la política norteamericana se le ocurrió el término Basilea Endgame (Final de Partida), que parece sugerir que alguien está a punto de morir. Del lado este del Atlántico, el término recuerda la obra de Samuel Beckett Final de partida, sobre la angustia existencial y la futilidad y sinsentido de la vida humana. A los no banqueros les podría resultar una buena descripción del debate sobre el volumen apropiado de las reservas de los grandes bancos, que se ha venido desarrollando desde hace muchos años.

Algunos países, como Singapur y Australia, han dejado de discutir y simplemente pusieron manos a la obra. En la Unión Europea y el Reino Unido, los detalles están casi finalizados. Pero, en Estados Unidos, el final de partida no está en absoluto cerca del fin -que puede estar, inclusive, más lejos que nunca, luego de la reciente intervención del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell.

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